Rumbo al corazón de la Amazonía
- especialespatrimon
- 17 nov 2015
- 9 Min. de lectura
Hay un viaje de trabajo y necesitamos que una de las dos se ofrezca”, dijo de repente nuestra jefe y sin pensarlo me ofrecí.“¡Listo Nata! El viaje es a la Amazonía, a Remolinos del Caguán, en las puertas del Parque Nacional Serranía de Chiribiquete”.
No sabía nada del Parque, pero la idea de explorar por primera vez la Amazonía me pareció genial. Entonces escribí “Chiribiquete” en Google y quedé perpleja ante el paisaje que vi.

Fotografía Álvaro Gaviria. Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete.
Convertida en Parque Nacional Natural en 1989, la Serranía de Chiribiquete, ubicada en el Corazón de la Amazonía colombiana, se encuentra ubicada en los departamentos de Caquetá y Guaviare y es el área natural protegida más grande del país con 2’782.354 hectáreas.
Su vasta formación geológica permanece cubierta por un tapete de selva tropical virgen. En sus superficies rocosas se encontraron pinturas rupestres de comunidades indígenas que habitaron este refugio pleistocénico hace más de 19.500 años.
No podía creer mi suerte. Contadas personas han tenido el privilegio de conocer este yacimiento cultural desde que fue descubierto en 1986 por Carlos Castaño-Uribe, el entonces director de Parques Nacionales de Colombia. Un día antes de viajar me dijo mi jefe, “Nata, buen viaje. Mucha prudencia, eso es zona roja. Nada de irse sola a tomar fotos porque pueden haber minas”.
¡Minas! A decir verdad, esta palabra me preocupó. No obstante, a pesar del supuesto peligro que corría, empaqué feliz una maleta bien pensada, nada de blusas sexys o pantalones cortos para evitar llamar la atención y cargué todas las baterías de la cámara. No quería perderme nada de esta aventura.
Corazón de la Amazonía
Viajé desde la capital colombiana a Florencia (Caquetá) en la tarde del miércoles, en compañía de Luz Adriana Rodríguez, responsable del seguimiento de la iniciativa cuyo nombre oficial es “Conservación de bosques y sostenibilidad en el Corazón de la Amazonía”.
También viajaba en ese último vuelo Cristina Pacheco, ingeniera agroforestal de Parques Nacionales Naturales; Carlos Arturo Páez, el jefe del Parque Chiribiquete y tres personas más que pertenecen a otro programa del Fondo Patrimonio Natural llamado: “Conservación y Gobernanza en el piedemonte amazónico”.
La primera noche, Luz Adriana, Cristina y yo dormimos cada una en un cuarto privado de un hotel muy sencillo de Florencia, donde pude estudiar los documentos de la iniciativa, coloquialmente conocida como "Corazón de la Amazonía", pues su zona de intervención es el Parque y las grandes extensiones de bosque que la rodean.
Esta es una iniciativa pública, implementada por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADS), Parques Nacionales Naturales (PNN), el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (SINCHI), Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia (IDEAM), y Patrimonio Natural – Fondo para la Biodiversidad y Áreas Protegidas (FPN). Además participan la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y Oriente Amazónico (CDA), la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Sur de la Amazonia (Corpoamazonia), la Gobernación del Caquetá, la Gobernación del Guaviare, las alcaldías municipales de San José del Guaviare, Calamar y Cartagena del Chairá y las autoridades indígenas de los resguardos Mirití-Paraná, Nonuya de Villazul, Aduche, Mesai, Monochoa, Puerto Zábalo-Los Monos, Yaguará II. Según Doris Ochoa, coordinadora general de la iniciativa, “el Corazón de la Amazonia es el área mejor conservada de la Amazonia noroccidental; es una región única pues allí se encuentran la Amazonía, Los Andes y la Orinoquía”.
Con el propósito de reducir la deforestación y conservar la biodiversidad en 9.1 millones de hectáreas de bosques en los departamentos del Caquetá y Guaviare, y asegurar los medios de vida de comunidades campesinas e indígenas, nació esta iniciativa financiada por el Fondo del Medio Ambiente Mundial (FMAM), con el apoyo del Banco Mundial.
La Amazonía colombiana conserva cerca de 40 millones de hectáreas de bosque que contribuyen a la regulación del agua en las cuencas de los ríos Magdalena y Cauca, en donde viven 7 de cada 10 colombianos. Además abarca 35% del territorio nacional y alberga del 5 al 7% de la biodiversidad global. A pesar de su importancia, según el IDEAM, cerca del 50% de la deforestación en Colombia se da en esta región, con un promedio anual de 88.300 hectáreas afectadas al año.

Según Doris Ochoa, la idea de conservar el Corazón de la Amazonía surgió hace casi una década cuando aparece la necesidad de convenir una estrategia regional para asegurar la sostenibilidad ambiental, cultural y económica de la Amazonía. Sólo hasta ahora se avanza en una estrategia integral que asegure el desarrollo sostenible de la Amazonia.
Y es que desde hace un tiempo esta región padece diferentes afecciones producto de un desarrollo desordenado causado por la ganadería extensiva, la siembra de cultivos ilícitos, la apertura de caminos, la tala ilegal y la minería, entre otros factores que amenazan la supervivencia de sus bosques.
Florencia, Caquetá
El jueves en la mañana comenzó el trabajo cuando nos reunimos con Carlos Hernán Rodríguez, coordinador general del Instituto SINCHI, en Caquetá. Según él, “el objetivo principal de este proyecto es generar una estrategia a nivel subregional en Caquetá y Guaviare tendiente a frenar la deforestación que se está generando en estas zonas”.
Y es que Caquetá, según el IDEAM, es el departamento con mayor índice de deforestación en Colombia. Sin embargo, además de prevenir y reducir la deforestación, esta iniciativa busca mejorar la calidad de vida de las comunidades locales que se han asentado en estos territorios a través del desarrollo de alternativas productivas como el cultivo de caucho y cacao o el aprovechamiento de los productos no maderables del bosque.
Para Rodríguez, uno de los principales componentes de la iniciativa es “buscar un desarrollo de las comunidades locales basado en unas características propias del ecosistema que permitan generar desarrollo productivo a partir del manejo sostenible del bosque”.
Ese mismo día en el Instituto SINCHI organizamos una reunión para conocer los detalles del encuentro que tendríamos el sábado con las comunidades rurales de un pueblo llamado Remolinos del Caguán, para socializar el proyecto y llegar a acuerdos de conservación y no deforestación. Luego, en la tarde, tuvimos una reunión en la gobernación de Caquetá con José Darío Garzón, Secretario de Agricultura encargado; Mariela Vargas, de la Secretaria de Planeación Departamental y Víctor Alfonso Lara, secretario delegado de la gobernación de Caquetá.
En esta reunión Luz Adriana Rodríguez y Cristina Pacheco explicaron la iniciativa y sus componentes con el fin de vincular a la gobernación, concertar puntos de articulación y conocer sus prioridades en términos ambientales y de ordenamiento territorial.
Según Luz Adriana, la iniciativa se enmarca en la estrategia “Visión Amazonía”, que es el ejercicio que prevé el Plan Nacional de Desarrollo “Todos por un nuevo país” para avanzar en un desarrollo bajo en carbono y deforestación en la región. Esta estrategia cuenta con el respaldo de varios países cooperantes para los cuales también es importante el papel que cumple la Amazonía en la regulación del clima y del agua.
Corazón de la Amazonía se estructura en tres componentes. El primero consiste en elevar la efectividad del manejo del Parque Nacional Natural Serrranía de Chiribiquete. El segundo busca mejorar la gobernanza, el manejo y el monitoreo de los bosques, apoyándose para ello en las autoridades territoriales y ambientales, incluidas las autoridades tradicionales indígenas. El tercero consiste en establecer acuerdos de conservación y no deforestación con las comunidades locales y con los sectores de desarrollo que hacen presencia en la región.
Cartagena del Chairá
Para llegar a la reunión con las comunidades rurales, el viernes, Luz Adriana, Cristina y yo estuvimos listas como a eso de las tres y media de la mañana, pues Carlos Arturo Páez y Carlos Hernán Rodríguez nos recogerían para coger carretera rumbo a Cartagena del Chaira, municipio al sureste de Florencia.
El paisaje a lado y lado aunque bonito se veía poco boscoso y en algunos tramos la deforestación era evidente. Avanzamos unas cinco horas por una carretera sin pavimentar en varios tramos. Una vez en Cartagena del Chaira desayunamos en una cafetería cerca al puerto. Por el tamaño y los ingredientes de sus platos, el desayuno de los caqueteños parecía más bien un almuerzo.
Luego nos fuimos al puerto, el sitio de mayor actividad en este lugar. La población es de 35 mil caqueteños que se dedican en su mayoría a la ganadería y la pesca. Entonces, mientras observábamos el movimiento del sitio, esperamos pacientemente una "voladora", como le llaman a la lancha que nos llevaría a Remolinos del Caguán.
En el puerto había mucha presencia del ejército. Cartagena del Chairá es uno de los territorios que ha vivido en carne propia el conflicto armado. Durante años, el río Caguán ha sido corredor fluvial de actores armados y también del narcotráfico, por donde se han sacado toneladas de coca.
Éramos cinco en la lancha de Parques Nacionales Naturales, contando al conductor. No podíamos ser más, pues el nivel del río estaba muy bajito y ya varias lanchas se habían encallado tratando de navegarlo.
Remolinos del Caguán
El recorrido, de aproximadamente cinco horas, fue muy bonito. Al principio la selva amazónica a las orillas no se veía muy tupida, pero a medida que nos adentrábamos más y más río abajo se fueron llenando los espacios vacíos. Aparecieron aves de todo tipo y tortugas descansando sobre troncos.
Una vez en Remolinos del Caguán, nos instalamos en la casa de una familia que nos atendió como si fuéramos de los suyos. Cada uno se quedó en un cuarto y según la señora de la casa a mi tocó el mejor. Esto solo lo confirmaría al día siguiente cuando evidencié la mala noche que pasaron los dos hombres del grupo que terminaron en el segundo piso, con un techo de zinc que los calentó toda la noche y un mosquitero de cabuya.
A mí por el contrario me tocó un cuarto de cama semidoble con baño privado, de esos que están separados por una cortina de plástico. Quise cargar las pilas pero como aún no eran las cinco y media, no había energía. Entonces me recosté en la cama y leí sobre el componente que nos trajo aquí. Una cita en la mitad de la nada.
Acuerdos de conservación y no deforestación
“Corazón de la Amazonía” es una iniciativa pública que pretende prevenir la deforestación que avanza hacia el corazón de la Amazonía colombiana, el Parque Nacional Serranía de Chiribiquete. Sin embargo, la misión de la iniciativa no es solo ambiental, como ya había dicho, sino también social, pues la idea es conseguir un desarrollo sostenible bajo en deforestación y carbono que ayude a mejorar las condiciones de vida de la gente que habita estos ecosistemas.
Es por esto que en las 9.1 hectáreas de intervención se trabajará de la mano de las comunidades locales. Entre ellas, las Juntas de Acción Comunal, los núcleos veredales y las organizaciones sociales y de productores.
Al otro día en la mañana tuvo lugar la reunión en un salón de la Pastoral Social. Asistió un grupo grande de líderes de los núcleos veredales, varios presidentes de Juntas de Acción Comunal y el cuerpo directivo de la Asociación de Economía Solidaria del Medio y Bajo Caguán, ASOES, quien se encargó de la convocatoria. El grupo estaba formado exclusivamente por hombres que prestaron mucha atención a los beneficios que representa establecer los acuerdos sociales de conservación y no deforestación que propone la iniciativa. Como dice Doris, “si tu quieres cambiar la manera de ganarse la vida para que sea ambiental y económicamente sostenible en estas regiones, tienes que incentivar el cambio y compensar a las familias por dejar de hacer lo que saben hacer y siempre han hecho”.
Luz Adriana y Carlos Hernán se encargaron de presentar la iniciativa. Señalaron que para participar en este proceso es importante que las familias estén dispuestas a mantener los bosques en pie que tiene la finca, sin tumbar un solo árbol, y a organizar su finca de modo que les permita un aprovechamiento sostenible. A cambio, recibirán capacitación, acompañamiento e insumos, materiales y herramientas para establecer arreglos productivos agroforestales.
No fue una tarea fácil. Varios se veían reacios a la idea. Manifestaron que durante años han sido engañados por distintos proyectos. Les prometen mejorar sus condiciones de vida y al final los abandonan. Era claro que era necesario dar tiempo para que entre todos
analizarán la propuesta y manifestaran su decisión de participar o no. Así que ASOES quedó encargada de comunicar la decisión a las entidades socias.
Emprendimos el viaje de regreso. Como íbamos río arriba, nos demoramos casi nueve horas en llegar a Cartagena de Chairá. En el camino de vuelta pasó de todo. Nos encallamos por una hora y tuvimos que transitar de noche y sin luces. Fue algo aterrador. A esa hora no está permitido navegar. Uno podía ver en las orillas canoas como escondidas en las que de repente se prendía y apagaba una linterna.
Finalmente logramos llegar a Florencia a altas horas de la madrugada, con un cansancio absurdo. Por fortuna el tema de las minas nunca salió a relucir. Siempre hubo presencia del ejército. Todo se veía muy tranquilo y bajo el control del Estado. El domingo en la noche regresamos a Bogotá. Pensé que Bogotá es una muestra poco fiable de lo que es la verdadera Colombia. En esa inimaginable y hermosa porción de país que tuve la fortuna de conocer, las consecuencias de la guerra todavía recorren sus parajes afectando a sus gentes, quienes luchan día a día por vivir en paz.
Fotos y redacción @NataliaGónima
Comments