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Conectando pequeños productores con restaurantes como "Crepes & Waffles"

La verdadera paz se empieza a sentir en los Montes de María ahora que 51 familias de campesinos de El Salado, Bolívar, cultivan y venden sus fríjoles a la reconocida cadena de restaurantes de Bogotá y muy pronto, Cartagena.

Se trata del “Fríjol cuarentano rojo”, que nace a los cuarenta días de ser sembrado, originario de tierras abandonadas durante años por el estado en medio de una guerra de más de medio siglo.

Fríjol cuarentano rojo, resistente a la sequía con un alto nivel de proteína. Foto: Andrés Estefan

Según Felipe Macía, Director de Sostenibilidad de Crepes & Waffles,

“el abastecimiento del frijol cuarentano no se podía lograr inicialmente todo el año, por lo tanto, C&W hizo una campaña en la que el eje es la temporalidad. De una restricción, sale una oportunidad para innovar y ahora C&W va a poner lo productos en la barra de ensaladas que estén disponibles, según las cosechas de la zona. La idea es ser lo más flexible posible para darle salida a la mayor cantidad de productos de la agro diversidad”.

El vínculo entre “Crepes and Waffles” y los campesinos de El Salado es el resultado de alianzas en el marco de proyectos de cooperación internacional como el Programa Paisajes de Conservación, programa que protege el bosque seco tropical en el Caribe, aislando corredores biológicos de conservación-producción.

Karen Langton, profesional técnica del Programa, nos cuenta que “estos fríjoles se caracterizan por ser más resistentes a la sequía y tener un alto porcentaje de proteínas”. Y es que con el verano intenso que se vive en estas zonas, más los estragos del conflicto armado, cultivar ya no es igual que antes de los años 90, cuando estos territorios eran conocidos por ser una de las principales despensas de alimentos del país.

Según nos cuenta Luis Hernán Pérez, quien participa del proyecto del Salado, “como yo acá la finca mía la dejé sin árboles y sin nada, estoy volviendo a sembrar árboles frutales y dejando corredores para la conservación”.

Luis Hernán Pérez y su esposa, Olga Lucía Flores, en la vereda Santa Clara.Foto: Andrés Estefan

Gracias al Programa, financiado por Usaid y ejecutado por el Fondo Patrimonio Natural, él y otros campesinos y ganaderos de la región Caribe, entienden que sin bosque no habrá nunca agua y sin agua no podrán sacarle provecho a su tierra para vivir realmente en paz.

Como muchos campesinos de los Montes de María, Luis Hernán, regresó a su tierra hace ya más de diez años después de haber sido desplazado por la violencia en el año 2002. Hoy, a sus treinta y cinco años, vive con su esposa y sus tres hijos, en la vereda Santa Clara, a quienes alimenta con lo que siembra en su finca y algunas gallinas que corretean por ahí.

Ahora, cuando el país empieza a ver posible la firma de las negociaciones de paz, él y su familia, así como las otras 50 familias de campesinos que están en el Programa, cuentan con las herramientas para producir en sus parcelas de forma sostenible, kilos de este fríjol, cuya venta mejorará sus condiciones de vida. Y es que la cadena de restaurantes pagará 4.500 pesos por kilo, comparado con los 2000 o 2500 que dan por el mismo kilo de fríjol, en la zona.

Paisaje en El Salado, Bolívar. Foto: Alejandro Arboleda

Doce años después de su regreso, Luis Hernán y su familia ven la luz para salir adelante como trabajadores del campo, en unas condiciones climáticas poco favorables, contribuyendo al mismo tiempo en la conservación del bosque tropical, el bosque más amenazado del trópico.

Y ahora que el estado no tendrá excusa para hacer presencia en territorios rurales, esperamos que este tipo de proyectos sean replicados para hacer de los Montes de María una verdadera despensa sostenible de alimentos de la zona y así cada vez más campesinos puedan empezar a construir la verdadera paz.

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