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En defensa de 1.395 hectáreas de espacio público

El alcalde Peñalosa es vehemente defendiendo los andenes, pero intransigente en sus argumentos frente a un área de espacio público como la reserva Thomas van der Hammen.

Foto: Andrés Estefan

El 26 de enero pasado, la calle 72 de la Séptima a la Caracas en Bogotá D.C, fue escenario de algo sin precedentes en esa zona: un contingente de policías y de limpiadores de postes se tomaron los andenes. Como consecuencia, entre 250 y 350 vendedores callejeros que negociaban en esa calle llevan tres semanas sin realizar ventas allí.El ejercicio de autoridad es una condición necesaria para una solución a fondo de la tensión entre el derecho al espacio público y las opciones de ocupación laboral de los vendedores.

Durante más de cinco años intercambié con la anterior administración y con la previa a esa, derechos de petición que recibieron respuestas insuficientes de los dos gobiernos, sin medidas de fondo para la defensa del espacio de todos y las oportunidades de ocupación de los vendedores.Por eso la acción de la semana pasada es un paso importante, que tiene que ser complementado con apoyos a quienes vendían honestamente. Además, con investigación penal que sancioné las conductas criminales que suceden en estas áreas públicas. Los hechos de la semana del 24 al 29 de enero se dieron en defensa de menos de una hectárea de espacio público.

Por eso y por los argumentos que a través de tuiters presentó el Alcalde Mayor respecto a su deseo y el de un puñado de quienes lo respaldaron, de urbanizar la Reserva Natural Thomas van der Hammen para 250.000 personas, resulta contrastante la lógica de defensa de estos bienes comunes en la actual administración. Quienes habitamos o visitemos a Bogotá tenemos en la Reserva Natural 1.395 hectáreas de espacio público declarado por las autoridades ambientales, que apenas empezamos a desarrollar con el Plan de Manejo elaborado, concertado y aprobado hace algo más de un año por la CAR (1).

La extensión de la reserva van der Hammen es 13 veces el área del parque Simón Bolívar y a nivel internacional, equivale a cuatro Central Park de Nueva York, a una vez y media el Bosque de Boulogne de París o a dos parques de Chapultepec en México.Es evidente que se requieren inversiones importantes para que la Reserva sea un espacio privilegiado y necesario para una ciudad con menos de 4 metros cuadrados de áreas verdes por persona. De hecho su creación incrementa en el equivalente a un poco más del 15% el área de los cinco mil parques de Bogotá. Tales medidas son propias de todo desarrollo urbano como es la Reserva, al igual que cuando se contempla una ampliación de una vía como la A.L.O, el metro o Transmilenio, que fueron contempladas desde el mismo momento en que se declaró la Reserva.

El Alcalde es vehemente y con razón, en el frente de los andenes, pero equivoco e intransigente en sus argumentos frente a un área de espacio público a la que los Bogotanos tenemos derecho. El Alcalde ha subrayado la importancia de los espacios públicos, con la claridad de reconocer en éstos una de las principales opciones para invertir en la mejor calidad de vida de todos, al ser las áreas verdes y los otros espacios públicos un espacio de encuentro y unas áreas que igualan el bienestar. Estas apreciaciones se convirtieron en hechos durante su primera administración. Comparto plenamente esas visiones.

Sin embargo, el Alcalde no quiere ver lo que esta reserva representa de espacio público y reitera su visión de potreros y predios ocupados. Todos los Bogotanos estamos llamados a defender la Reserva Natural Thomas van der Hammen, a invertir en su restauración y promover un modelo de área natural público que podamos disfrutar los Bogotanos como lo hacen en grandes ciudades de otros países.

La Reserva está en condiciones de ser un objetivo común de nuestra calidad de vida en un modelo de ciudad deseable, consolidando la función social que puede cumplir en forma amplia, la cual por fortuna diversas autoridades ambientales han sabido comprender.

Esta publicación fue publicada originalmente en el diario El Espectador.

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