Rumbo al corazón de la Amazonía
“Hay un viaje de trabajo y necesitamos que una de las dos se ofrezca”, dijo de repente nuestra jefe y sin pensarlo me ofrecí. “¡Listo Nata! El viaje es al amazonas, a Remolinos del Caguán, en las puertas del Parque Nacional Serranía de Chiribiquete”.
No sabía nada del parque, pero la idea de explorar por primera vez la amazonía me pareció genial. Entonces escribí “Chiribiquete” en Google y quedé perpleja ante el paisaje que vi.
Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete. Foto: Álvaro Gaviria
Convertida en Parque Nacional Natural en 1989, la Serranía de Chiribiquete, conocida como el corazón de la Amazonía colombiana, se encuentra ubicada en los departamentos de Caquetá y Guaviare y es el área natural protegida más grande del país con 2’782.354 hectáreas.
Su vasta formación geológica permanece cubierta por un tapete de selva tropical virgen y en sus superficies rocosas se encontraron pinturas rupestres de comunidades indígenas, algunas de las cuales se cree jamás han sido contactadas y habitan este refugio pleistocénico desde hace más de 19.500 años.
No podía creer mi suerte. Contadas personas han tenido el privilegio de conocer este yacimiento cultural desde que fue descubierto en 1986 por Carlos Castaño-Uribe, el entonces director de Parques Nacionales de Colombia. Un día antes de viajar me dijo mi jefe, “Nata, buen viaje. Mucha prudencia, eso es zona roja. Nada de irse sola a tomar fotos porque pueden haber minas”.
¡Minas! A decir verdad, esta palabra me preocupó. No obstante, a pesar del supuesto peligro que corría, empaqué feliz una maleta bien pensada, nada de blusas sexys o pantalones cortos para evitar llamar la atención y cargué todas las baterías de la cámara. No quería perderme nada de esta aventura.
Corazón de la Amazonía
Viajé desde la capital colombiana a Florencia (Caquetá) en la tarde del miércoles en compañía de Adriana Rodríguez, monitora del proyecto con el que viajaba, cuyo título oficial es: “Conservación de bosques y sostenibilidad en el corazón de la Amazonía”.
También viajaba en ese último vuelo Cristina Pacheco, ingeniera agroforestal de Parques Nacionales Naturales; Carlos Arturo Páez, el jefe del parque Chiribiquete y tres personas más que pertenecen a otro programa del Fondo Patrimonio Natural llamado: “Conservación y Gobernanza en el piedemonte amazónico”.
La primera noche, Adriana, Cristina y yo dormimos cada una en un cuarto privado de un hotel muy sencillo de Florencia donde pude estudiar los documentos que encontré en internet sobre el proyecto llamado de forma informal "Corazón de la Amazonía", pues su zona de intervención es el parque y las grandes extensiones de bosque que la rodean.
Esta es una iniciativa apoyada por el Fondo del Medio Ambiente Mundial (FMAM), implementada por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADS), Parques Nacionales Naturales (PNN), el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (SINCHI) y el Fondo Patrimonio Natural (FPN). Según Doris Ochoa, coordinadora general del proyecto piloto, “su zona de intervención es el área mejor conservada de la gran cuenca amazónica y es única por la transición entre los andes, la Orinoquía y la Amazonía”.
Con el propósito de reducir la deforestación y conservar la biodiversidad en 9.1 millones de hectáreas de bosques en los departamentos del Caquetá y Guaviare, y asegurar los medios de vida de comunidades campesinas e indígenas, nació esta iniciativa apoyada por el Fondo Mundial del Medio Ambiente, con los servicios administrativos del Banco Mundial.
La Amazonía colombiana conserva 40 millones de hectáreas de bosque que regulan fuentes de agua en la cuenca de los ríos Magdalena y Cauca, en donde viven 7 de cada 10 colombianos. Además abarca 35% del territorio nacional y alberga del 5 al 7% de la biodiversidad global. A pesar de su importancia, según el Ideam, cerca del 50% de la deforestación en Colombia se da en esta zona con un promedio anual de 88.300 hectáreas afectadas al año.
Ruta Bogotá-Remolinos del Caguán, en la amazonía colombiana.
Según Doris Ochoa, la idea de conservar el parque Chiribiquete y sus alrededores surgió hace casi un década cuando aparece la necesidad de convenir una estrategia regional para asegurar la sostenibilidad ambiental, cultural y económica de la región y solo hasta ahora se avanza en una estrategia integral que asegure el desarrollo sostenible de la Amazonia.
Y es que desde hace un tiempo esta zona padece diferentes afecciones producto de un desarrollo desordenado causado por la ganadería extensiva, a la siembra de cultivos ilícitos, la construcción de caminos, la tala ilegal y la minería, entre otros factores que amenazan la supervivencia de sus bosques.
Florencia, Caquetá
El jueves en la mañana comenzó el trabajo cuando nos reunimos con Carlos Hernán Rodríguez, coordinador general del Instituto SINCHI, en Caquetá. Según él, “el objetivo principal de este proyecto es generar una estrategia piloto a nivel subregional en Caquetá y Guaviare tendiente a frenar la deforestación que se está generando en estas zonas”.
Y es que Caquetá, según el Ideam, es el departamento con mayor índice de deforestación en Colombia. Sin embargo, además de reducir la deforestación, este proyecto busca mejorar la calidad de vida de las comunidades locales que se han asentado en estos territorios a través del desarrollo de estrategias económicas productivas como el cultivo de caucho y cacao.
Para Rodríguez, una de los principales componentes del proyecto es “buscar un desarrollo de las comunidades locales basado en unas características propias del ecosistema que permitan generar desarrollo productivo a partir del manejo sostenible del bosque”.
Ese mismo día en el Instituto SINCHI organizamos una reunión, para el sábado en la mañana con comunidades rurales de un pueblo llamado Remolinos del Caguán con el fin de socializar el proyecto y conseguir firmar acuerdos de conservación. Luego, en la tarde, tuvimos una reunión en la gobernación de Caquetá con José Darío Garzón, secretario de agricultura encargado; Mariela Vargas, de la secretaria de planeación departamental y Víctor Alfonso Lara, secretario delegado de la gobernación de Caquetá.
En esta reunión Adriana Rodríguez y Cristina Pacheco explicaron el proyecto y sus componentes con el fin de vincular a la gobernación en la estrategia del proyecto, concertar puntos de articulación y de coordinación de acciones y conocer sus prioridades en términos ambientales y de ordenamiento.
Según Adriana, el proyecto tiene que enmarcarse en el programa “Visión Amazonía”, que es el ejercicio en el actual plan de desarrollo que viene haciendo el gobierno del presidente Santos. Por otro lado la cooperación internacional ve con un potencial enorme la Amazonía, pues cumple un papel fundamental en la lucha contra el cambio climático por ser el mayor regulador hídrico del país y el mayor reservorio de CO2.
Corazón amazonía se estructura en cuatro componentes. El primero consiste en elevar la efectividad del manejo de áreas protegidas, como el PNN Serrranía de Chiribiquete. El segundo es mejorar la gobernanza, el manejo y monitoreo de los bosques, dentro y a su alrededor. El tercero consiste en implementar programas sectoriales para el manejo sostenible del paisaje y por último se quiere asegurar la coordinación efectiva de las entidades socias mediante canales apropiados de comunicación.
Entre estas entidades socias están a nivel nacional la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y Oriente Amazónico (CDA), Corporación para el Desarrollo Sostenible del Sur de la Amazonia (Corpoamazonia) y a nivel regional la Gobernación del Caquetá, Gobernación del Guaviare, Alcaldia municipal de San José del Guaviare, Calamar, Cartagena del Chairá y autoridades indígenas de los resguardos Mirití-Paraná, Nonuya de Villazul, Aduche, Mesai, Monochoa, Puerto Zábalo-Los Monos, Yaguará II.
Cartagena del Chairá
Para llegar a la reunión con las comunidades rurales, el viernes, Adriana, Cristina y yo estuvimos listas como a eso de las tres y media de la mañana, pues Carlos Arturo Páez y Carlos Hernán Rodríguez nos recogerían para coger carretera rumbo a Cartagena del Chaira, municipio al sureste de Florencia.
El paisaje a lado y lado aunque bonito se veía poco boscoso y en algunos tramos la deforestación era evidente. Avanzamos unas cinco horas por una carretera sin pavimentar en varios tramos. Una vez en Cartagena del Chaira desayunamos en una cafetería cerca al puerto. Por el tamaño y los ingredientes de sus platos, el desayuno de los caqueteños parecía más bien un almuerzo.
Luego nos fuimos al puerto, el sitio de mayor actividad en este lugar. La población es de 35 mil caqueteños que se dedican en su mayoría a la ganadería y la pesca. Entonces mientras observábamos las dinámicas del sitio esperamos pacientemente una "voladora", como le llaman a la lancha que nos llevaría a Remolinos del Caguán.
En el puerto había mucha presencia de la Armada. Uno de ellos al verme tomar fotos me pidió que le dejara ver las que había tomado para que borrara los archivos en donde aparecían ellos. Y es que Cartagena del Chairá es conocida por su contacto directo con el conflicto armado, pues durante años el río caguán ha sido la ruta fluvial por donde se han sacado toneladas de coca que se cultiva de forma ilegal en sus alrededores.
Antes de montarnos a la voladora fuimos requisados y anotaron nuestros documentos de identidad. Éramos cinco en la lancha de Parques Nacionales Naturales, contando al conductor. No podíamos ser más, pues el nivel del río estaba muy bajito y ya varías lanchas se habían encallado tratando de navegarlo.
Remolinos del Caguán
El recorrido, de aproximadamente cinco horas, fue muy bonito. Al principio la selva amazónica a las orillas no se veía muy tupida, pero a medida de que nos adentrábamos más y más se iban llenando los espacios vacíos y aparecieron aves de todo tipo y tortugas charapa descansando sobre troncos.
A mitad de camino hicimos una parada en una estación de la armada en donde nos pidieron de nuevo nuestras cédulas y anotaron en un cuaderno la profesión de cada uno y el motivo de nuestra visita. Luego en Remolinos del Caguán nuevamente nos recibió la armada, anotaron nuestras cédulas, nos requisaron y uno de ellos, le dijo a Carlos Arturo Páez que los del frente 14 sabían de nuestra visita y recordé las recomendaciones de mi jefe.
Una vez en Remolinos del Caguán nos instalamos en la casa de una familia que nos atendió como si fuéramos de los suyos. Cada uno se quedó en un cuarto y según la señora de la casa a mi tocó el mejor. Esto solo lo confirmaría al día siguiente cuando evidencié la mala noche que pasaron los dos hombres del grupo que terminaron en el segundo piso con un techo de zinc que los calentó toda la noche y un mosquitero de cabuya.
A mí por el contrario me tocó un cuarto de cama semidoble con baño privado, de esos que están separados por una cortina de plástico. Quise cargar las pilas pero como aún no eran las cinco y media, no había energía. Entonces me recosté en la cama y leí sobre el componente que nos trajo aquí, una cita en la mitad de la nada.
Programas sectoriales para el manejo sostenible del paisaje
El proyecto “Corazón de la Amazonía” es una iniciativa pública que pretende reducir la deforestación que avanza hacia el corazón de la Amazonía colombiana, el Parque Nacional Serranía de Chiribiquete. Sin embargo, la misión del proyecto no es solo ambiental, como ya había dicho, sino también social, pues la idea es conseguir un desarrollo sostenible bajo en deforestación y carbono que ayude a mejorar las condiciones de vida de la gente que habita estos ecosistemas.
Es por esto que en las 9.1 hectáreas de intervención el proyecto trabajará de la mano de comunidades locales, entre ellos siete resguardos indígenas como Mirití, Paraná y Aduche que fueron consultados para la ampliación del parque Chiribiquete que tuvo lugar en el 2013.
Como lo bien lo dice Ochoa, “si se pierden los bosques pues se perderían los medios de vida para civilizaciones y para culturas que han sabido estar allí por miles de años antes que nosotros, nosotros en muy pocos años hemos destruido bastante, pero ellos en cientos y miles de años han sido capaces de sobrevivir allí y ese conocimiento y esos saberes son saberes que sería muy rico poderlos compartir y pues no va a ser posible si los acabamos”.
Al otro día en la mañana tuvo lugar la reunión en una escuelita con un grupo grande formado exclusivamente por hombres que prestaron mucha atención a los beneficios que recibirían en el caso de firmar el acuerdo de conservación con el proyecto, pues como dice Ochoa, “si tu quieres llegar a proponer un acuerdo de conservación, tienes que de una u otra forma tener algo con qué compensar ese cambio”.
Adriana y Carlos Hernán se encargaron de presentar el proyecto y especificar que los usuarios que estuvieran de acuerdo en trabajar conjuntamente por la recuperación del bosque amazónico deberían tener más del 40% de su finca en los bosques. Así pues, dejarían por lo menos más de la mitad de su finca para conservar el bosque e implementar sistemas agroforestales a cambio de material vegetal, un kit de herramientas e insumos, alambre, apoyo en mano de obra, capacitaciones y material didáctico.
Entre el grupo estaba un representante de ASOES (asociación de economía solidaria del Medio y Bajo Caguán. Sin embargo la mayoría se veían reacios a la idea, pues durante años han sido engañados por diferentes proyectos no gubernamentales que les prometen mejorar sus condiciones de vida y al final los abandona y solo se jactan de su labor ambiental. Entonces, como nuestro vuelo de vuelta a Bogotá era al día siguiente, no pudimos esperar a que tomaran una decisión sobre si participarían o no y quedamos en que lo harían con tiempo y nos avisarían una vez tomaran la decisión.
Nos retrasamos para el viaje de regreso y como íbamos en contra de la corriente nos demoramos casi nueve horas en llegar a Cartagena de Chairá. En el camino de vuelta pasó de todo, nos encallamos por una hora y debimos transitar de noche y sin luces. Fue algo aterrador pues a esa hora no está permitido navegar y uno podía ver en las orillas canoas como escondidas en las que de repente se prendía una linterna.
Finalmente no pasó nada negativo y por fortuna el tema de las minas nunca salió a relucir. Siempre hubo presencia del ejército y aunque la zona sigue siendo morada de grupos armados, todo se veía muy tranquilo y bajo el control del estado. El domingo en la noche volvimos a Bogotá. Pensé que Bogotá es una muestra poco fiable de lo que es la verdadera Colombia. En esa inimaginable y hermosa porción de país que tuve la fortuna de conocer las consecuencias de la guerra todavía recorren sus parajes afectando a sus gentes, quienes luchan día a día por vivir en paz.
Fotos y redacción: @NataliaGónima